Monday, January 02, 2006

Relatos para la generación pastilla VOL. 1 El invitado al que no le abríamos la puerta....

Pancholín y Salchichita eran más que primos RECORDS presenta:
CRÓNICAS HOMORODIANAS - Volumen 2 – Septiembre 1, 2005
"Practicando el deporte nacional"
Por HOMO RODANS

Las historias decadentes siempre empiezan un sábado por la mañana. O por lo menos siempre me ha gustado pensarlo así. Vivo en un país donde de cualquier forma siempre hay un evento absurdo, un auto con rines giratorios y una bolsa llena de artefactos parapléjicos. El deporte nacional es ir de "shopping". Castigar a la tarjeta bancaria hasta que sangre, exprimirle hasta los números rojos y acabarse los chorros de tinta en firmas de autorización. Un sábado por la mañana, decidí también ser deportista.

Debo aclarar que era ya casi el mediodía. Técnicamente mi aseveración sobre "un sábado por la mañana" sigue siendo cierta. No lo es tanto para las hordas hambrientas de consumidores que llevan ya cerca de una hora adquiriendo mercancía tras mercancía. Mi primer acto al llegar al "mall" es dirigirme a la óptica más cercana y solicitar que aprieten el tornillo de mi lente izquierdo. El amable empleado me sugiere precaución. Apretar demasiado puede romper el lente. No apretarlo, para mi, significa una semana más de lucha gravitatoria. Tomo el riesgo y bajo la mirada precautoria del intento de Brad Pitt con pupilentes, mis ojos falsos son llevados al hospital. Voy a necesitarlos más falsos que nunca para caminar por un mall lleno de ofertas.

El arregle es gratis. Salgo contento. Y me desplazo hacia la izquierda sonriendo. Y es ahí donde hago contacto visual con una de estas chicas cuasi-supermodelos que esta fregando un piso de mármol en una tienda de ropa casual. Me devuelve la sonrisa y pienso para mis adentros: "No significa nada, aquí todo mundo te devuelve una sonrisa para dar a entender que no hacen daño, que no quieren problemas" Y recuerdo también las palabras de mi amigo brasileño profesor de Intercambio Cultural: "Si te devuelven la sonrisa una segunda vez, es que le interesaste a la persona en cuestión". Me asalta la duda y volteo de nuevo. No hay cruce de miradas nuevamente. Ella ha regresado nuevamente la vista fija al suelo chicloso y percudido.

Camino hacia mi objetivo primario, una tienda de regalos de Disney. El por qué tenía que entrar ahí es un asunto aparte, fuera del dominio de las "y's" y las "z´s". Pero no sólo estuve ahí, sino que salí con dos bolsas repletas de mercancía. Y ahora si, con cargamento en mano, me sentí al fin uno más del grupo. Un consumidor en potencia y realidad, activando un sector minúsculo de la economía de las barras y las estrellas, pero que, visto desde el punto de vista de el efecto mariposa, seguramente le está asignando menos de un dólar para vivir al día, a una familia en Surinam.

Perfumes, cremas, deportes, ropa, más ropa. Pelucas postizas estilo oriental. Hay de todo y de todo se compra. Hasta esos muñecos cabezones con resorte con efigies de figuras de las grandes ligas del baseball. Soy tentado por una camisa, unos chocolates y una máscara antigases. Todos ellos gragrofes. Todos ellos una muestra de que la materia no se crea ni se destruye, solamente se transforma.

Para todo deporte sano hay un alimento sano. Para este hay un área de fast food. Y después de reconocer que el día es tan hermosamente gris y lluvioso como para comerse una hamburguesa, me decido por un bufette de comida china (o lo que aquí se entiende por comida china, ya que seguramente le ocurrirá el mismo fenómeno que a la comida mexicana). Disfruto del arroz, de la sopa de tallarín y del pollo con verduras cocidas. Mientras estoy sentado, engullendo, veo pasar a una de esas parejas de señores de avanzada edad que pesaran entre los dos fácilmente unos 300 kilos (sin contar las 6 o 7 bolsas que lleva cada uno en la mano). ¡Ese es el tipo de atleta al que deberían erigirle un monumento al centro de la plaza! ¡Y no ese par de bolas de mármol que giran solo porque el agua las mueve con su inevitable flujo! (¿o será acaso una parábola?). Pierdo el apetito. Y justo en ese momento, el empleado de la óptica, ese mismo Santo Civil que reparó mis lentes, se acerca presuroso a comprar un paquete chico de General Tso's Chicken. Sale igualmente presuroso.

He terminado mi sesión de compras y tan sólo me tomó dos horas. Veo a gente que sigue y sigue dando vueltas entusiasmada. Parecen tener toda la intención de quedarse por ahí el resto de la tarde. Tal vez incluso la noche. Mientras haya oferta siempre habrá demanda. ¿O al revés?. ¡Que más da!. ¿A quien le importa ya que fue primero, si la gallina o el huevo, mientras haya siempre pollo empaquetado y omelette en los desayunos?

Al salir, por la misma puerta por la que entré, veo de nuevo, de reojo, a la muchacha aquella, Cenicienta post-moderna, pero esta vez ya no esta fregando el piso, es ahora la guardiana del dinero tras la caja registradora. Me distrae un niño que se atraviesa corriendo enfrente de mí. Después de sostenerlo y evitar que caiga, pierdo la concentración y salgo hacia el estacionamiento, en un perfecto día nublado. Nunca me doy cuenta que he recibido la segunda sonrisa.

HR

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Nota de Saúl Duke, editor de "En Busca de RE:": Disculpas totales y públicas a HR por la tardanza. Le debemos el crédito total a él por iniciar todo este rollo de los relatos para la generación pastilla con sus escritos introspectivos.

Si quieren saber más de Homo Rodans y sus compañeros de fechorías, visiten www.laluzdesantelmo.com, donde conocerán un grupo totalmente normal y raro a la vez...pero vaya, luego les platicaré más de ellos.

Queda de ustedes.
Saúl Duke.
Editor en jefe
En Busca de RE

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