Sunday, January 22, 2006

To Chris Matthews

Creo que la libertad de opinión es algo muy importante, pero el sr. Chris Matthews se pasó de listo...

To Chris Matthews

Thursday, January 05, 2006

Relatos para la generacion pastilla Vol 3. Un drama mas acorde con el miercoles pasado que con la fecha de hoy...

(Sin disculpas a nadie)

El panqué. (¡ya no eres mi dulcecito!)

Últimamente siento que mi vida es un carrusel.
Por desgracia, no montas sobre caballos. Viajas en una gigantesca boa constrictor de color naranja.
Y si no te cuidas, te van a triturar.
Traje hoy, mañana no. Sonrisa hoy, mañana tristeza.
Buscar un trabajo no es una labor, es un estilo de vida.
¿Cuántas van? ¿30, 40?
Y la pregunta que me mata es: ¿qué planes tienes a corto, mediano y largo plazo?
Y respondo: ¡señorita, estoy en la mejor parte de un libro, un gay me tiró la onda en el metro y casi me sale un solo de guitarra y usted me molesta con esas fruslerías?
¡Qué bueno que tengo más entrevistas en puerta!
No sé si les ha pasado, pero en el metro uno puede ver especímenes muy interesantes.
Fuera del homosexual que me acosó, claro.
Me refiero a las chicas del metro.
Aquellas mujeres que por alguna razón extraña, acaparan tu atención (y tus hormonas) en el lapso de 2 o más estaciones.
Mis años de experiencia me han demostrado que la mayor concentración de "metrobabes" (marca registrada) ocurre en las estaciones cercanas a Coyoacán, Insurgentes o el Chopo.
Sí, sí considero algunas darketas "metrobabes", gracias por preguntar.
Y en esos momentos en que vuelvo a ser un troglodita hormonal (me pregunto si alguna vez dejo de serlo) me pregunto, como alguna vez se pregunto Thomas Hardy, ¿quién será esa belleza? ¿a dónde irá a dar tal cara?
Si a mí me preguntan, Hardy y yo terminaremos con una demanda de acoso. O dos.
Pero bueno, era un lunes por la tarde y venía de una entrevista.
Y estúpidamente, no traía libro. Lo cuál realmente lamenté, porque me hicieron esperar 40 minutos para la entrevista.
Bastardos.
Ya estaba saliendo con la oleada de gente en el Toreo cuando mi aburrición había llegado al máximo.
¿Qué hago para matar el tiempo? Ya me harté de los jueguitos en el celular y ya no tengo crédito para mandar mensajitos.
Caminé por los andenes del metro, cabizbajo.
Quizás si pudiera recordar todo esto y contárselo a alguien, se reirían.
Yo ya me estoy riendo.
Y suelto la carcajada cuando notó que espanté a algunas personas cerca de mí.
Una de ellas, una auténtica "metrobabe". Trataré de recordar este dato y anotarlo. Científicamente comprobado, es casi imposible ver a una "metrobabe"en el Toreo.
Pero la vi. Y me vio.
Lentes, pelo castaño partido a la mitad, mochila funky, top verde y sonrisa de millón de panchólares (aunque parecía hecha en China... la sonrisa, no ella).
Fingí demencia (testosterona=cobardía) y subí las escaleras. Me subí al micro y suspiré.
¿Qué puedo hacer para pasar el tiempo?
¿Leer anuncios de políticos?
¿Comprar unas papas grasientas y reírme de la gastritis?
Sí, salsa valentina. De la negra, por favor.
¿Qué hacer?
Oh. Es ella.
Subiendo al micro.
Hormonas. Subiendo. Tontería. A. Punto. De. Ser. Cometida.
La "metrobabe"de lentes se sienta enfrente de mí, me ve por un segundo y antes de que pueda sonreirle, rendirle tributo o tartamudear, ella abre su morralillo condechi y saca un libro titulado "Azteca".
¿De qué trata el libro? Oye, mi papá tenía ese libro y le gustaba mucho, ¿qué tal está? Sí, usualmente no visto así, se nota en el nudo de la corbata, ¿verdad? Sí, es un maletín robado de Ericsson y estoy contento de saludarte. ¿Quieres un café? Siento que Easton Ellis y Palahniuk son los escritores pesimistas que nos merecemos. ¿También te gustan Red House Painters y Rilo Kiley? No he escuchado tanto a Elliot Smith como tú, pero podemos hacer cambalache.
Sí. Yo también te quiero.
Todas esas maneras de comenzar una plática, solo me vinieron al ver todo en retrospectiva.
Ya vamos a la mitad del periférico. Faltan 20 minutos (tráfico mediante) para que llegue a mi casa. ¿Qué le digo? ¿Qué hago?
Ella, claramente desesperada de que no puedo decir ni pío, vuelve a abrir su morralito. Una mandarina sale y es consumida entre la 1ro de mayo y San Bartolo (pinfle tráfico). Ella espera. Muy tarde para pedir un gajo.
Su mirada de desesperación. ¿Quién dice que las miradas no matan? Siento que morí y volví a la vida. Y me volvió a matar. Y regresé. Y morí de nuevo. Y...bueno, ya entienden la analogía, ¿verdad?
Ella saca de la mochilita un paquetito envuelto en una servilleta. Un panqué. Un pedazo raquítico y escuálido de panqué. Un mendrugo sería colosal en comparación a esta rebanada de panqué.
Primera mordida y parece que ni lo tocó. Igual las siguientes mordidas. Hasta que súbitamente, ya llevaba medio mendrugo de panqué consumido.
Fue cuando me di cuenta. Dios estaba de mi lado.
O algún ser superior. El que quieran. Jehová. Yahvéh. Mahoma. Buda. David Gilmour. Ganesh. Odín.
Entendí que todo eso era una analogía. Su manera de comer panqué es la forma en que destroza los corazones. Esta mujer ha planeado esto todos los días. Busca a jóvenes inocentes con un poco de exceso de hormona y los seduce con su nerdes apabullante. Con esos lentes que escudan como escudo de granadero a dos bellos, redondos y perfectos ojos cafés.
Perfectos por la proporción áurea. Perfectos porque son de ella. Perfectos porque hacen juego con su cabello, con su cara de color difuminado y con su sonrisa imperfecta.
Y esa sonrisa imperfecta de dientes chuecos sexys...esa sonrisa que destroza un corazón transformado en panqué.
Esta viuda negra salvaje consume lentamente los sentimientos de los indefensos hombres que se le acercan, siendo destrozado como si fuera un indefenso panqué de nueces (o pasas muy duras).
Acaba de morder una nuez. Oh, debe ser mi ventrículo izquierdo.
Ella me ha seleccionado. ¡Soy su víctima! Es como una Juana la destripadora. Me la puedo imaginar rondando por vagones de metro, quizás vengando un mal que le hayan hecho los hombres. Quizás la dejaron en altar. Probablemente un peneque la maltrató y ahora su consigna es que todos paguen lo que uno hizo. Tal vez sea la reencarnación de la Señora Havisham, todavía dolida por el dolor que la terminó matando.
Mi ritmo cardíaco aumenta. Ella se me ha quedado viendo. Esta moviendo lentamente el panqué hacia mí.
Saben que eso significa que ella se burla. Me dice con su mirada "así vas a acabar".
Salto y toco el timbre del microbús.
Ella se me queda viendo un tanto perpleja.
Bajan, grito a todo volumen.
Te dejo en el Vips, dijo el chofer. Si traes varo, paga taxi.
Ella me seguía viendo. Oh, Dios, ayúdame a salir vivo y virgen de esta.
Parece ser que ella se va a parar. No espero a que la puerta se abra y salgo por la ventana del microbús, azotando contra la reja de un puesto de periódicos.
Trató de recuperar mi presión normal (sistólica y demás) mientras me quito de la cara unos periódicos con fotos de extraterrestres.
Sigo vivo. Y ella me veía através del vidrio del microbús.
Ah, seductora maligna de hombres, hoy te has quedado sin víctima. He vivido para contarlo y ahora que sé tu estrategia, avisaré a los demás hombres para que eviten caer ante tales artimañas letales.
De ahora en adelante, puedo prometer y prometo que ningún hombre le hablará a una metrobabe en el microbús.
Y sí, que me acose un gay en el metro.


--R

Relatos para la generacion pastilla Vol 2. Jo jo jolines con este frio...

¿Dónde estás?
Vienes de una reunión con unos amigos. La de todos los sábados. La que ya realmente no disfrutas porque sientes que tu presencia o ausencia no afecta en nada. Acabas de dejar a un amigo en su casa.
"Con cuidado, joven" es su despedida.
Primera. Buscas alguna canción que te haga sentir bien en el momento. Foo Fighters, nunca fallan. Arrancas y te vas. Tu casa queda a 5 minutos. Tomas la ruta escénica. Lo que sea para despejarte la cabeza. La avenida va de subida y pasas por el hospital donde te diagnosticaron que tenías una costilla rota. Después del tratamiento saliste con una mujer que pronto se va a casar con el idiota más grande del mundo.
Decides alejarte de esos recuerdos, te pasas el rojo y mientras Goo Goo Dolls te distrae, pasas por el puesto de hamburguesas donde cenaste una vez con una chava que te bateó. Ahora son muy buenos amigos. Sigues adelante por la avenida, frenando rara vez y empieza otra cuesta.
Pasas por el número 88 de esa avenida y ves la casa de un tipo que creías que sería tu amigo toda tu vida. Lo fue dos semestres. Ni aún cuando se reencontraron en una feria de empleo se pudo reempezar la amistad. Supongo que son los malos chistes de la vida.
Estás en tercera y el carro ya no quiere subir a la velocidad deseada. Un rápido cambio con el embrague y nuevamente eres libre, volando en cada tope y escuchando el traqueteo de la suspensión.
La caja de música saltó por unos momentos. La caja que falla en cada tope por el tornillo que perdiste y que no te has molestado en buscar.
Ya estás por la zona donde los vecinos se quejan de que no quieren contenedores de basura. Donde no quieren que su cerro donde van a hacer ejercicio una vez al año sea convertido en un centro comercial al que irán religiosamente cada domingo después de misa y las quecas.
Frenas con motor en la bajada y recuerdas la última vez que pasaste por ahí. No prendes las direccionales y te metes por esa avenida sinuosa, hacia la presa. No por mí, le dijiste, llora, pero no por mí.
Quitas a Lisa Loeb y pones a Theraphy? Aceleras cuando ya estás sobre la presa y piensas de la vez que viajaste buena parte de la ciudad de México para ir a una fiesta aburrida a la que tuviste que ir de traje. Recuerdas que el rechazo es peor al odio. La indiferencia es peor que el rencor.
¿Te acuerdas de su foto y como la tiraste al agua, para después irte por una hamburguesa? Sigues manejando por la carretera sinuosa, esquivando a gente más estúpida que tú.
Velocidad: 140. Música: Deftones. Canción: Rickets. Estado de ánimo: desesperación.
Y por más que aceleras y te paseas por esa zona que alguna vez te pareció el paraíso, te das cuenta que no pasará. El carro y tú se mueven, pero las lágrimas de ella te acompañan a todas partes.
200. En la bajada donde esta el Starbucks, el blockbuster, el superama. Recuerdas a la maestra de química que vivía por ahí y cuya enfermedad le obligó a retirarse. Recuerdas a su vecina que fue algo más que tu amiga, y la sorpresa que te llevaste de ella.
220. Y los recuerdos no se han ido. Usas el freno de mano y das una vuelta en U enfrente de una Iglesia. Suspiras y nuevamente aceleras.
Regresas a 220 sin frenar al punto de partida. Afuera de la casa donde fue la reunión.
Ella se fue sin dejar aviso.
Ella no quiere saber nada de ti.
Ella nunca volverá.
Y no es justo que esperes que alguien más sea como ella.
Lo entiendes finalmente y cuando Red House Painters termina, pones primera, le cambias a Neil Young con Pearl Jam y te diriges a esa avenida que amas tanto.
La avenida que significa la libertad. Con todo y sus baches.
Esa avenida lo tiene todo. Une dos municipios. Te lleva a las casas de tus mejores amigos. Tiene baches. Tiene hoyos. Tiene accidentes. Tiene cafres. Tiene escuelas de monjas corruptas. Tiene los restos de un puesto de periódicos que quemaste. Tiene sangre, dolor, felicidad, sonrisas.
Vas a 120. Gritando "yo soy el océano". Eres una windstar. Eres un cutlass supreme. Eres la droga. Eres el talk show. Frenas en el tope para que tu coche no se desfigure como el de un amigo tuyo, un mal padre de su coche.
Sigues acelerando y en una curva, mientras tus llantas rechinan, lo entiendes todo.
Puedes correr y alejarte de todos, pero de ti jamás vas a huir.
Sabes que todo principio tiene un final, y te ves al ocaso acelerar.
Sabes que ellos no lo entenderán, pero nunca te preocupo el qué dirán.
Frenas en un puesto de tacos en una cuadra muy extraña, de forma cuadrada.
Y escribes esto.
Aceptas que la perfección es ser imperfecto.
Aceptas que la felicidad es ignorar la tristeza.
Celebras que este no fue un sábado como los otros.
No, este sábado fuiste feliz.
Pagas, dejas la propina y te subes a tu corcel.
Otra vez, a contaminar con tu ruido y la gasolina mal quemada.
Otra vez, a la misma avenida.
Otra vez, aunque sea por los siete minutos de la canción de Neil Young, te sientes vivo.
Y adoras cada momento de ello.

Monday, January 02, 2006

Relatos para la generación pastilla VOL. 1 El invitado al que no le abríamos la puerta....

Pancholín y Salchichita eran más que primos RECORDS presenta:
CRÓNICAS HOMORODIANAS - Volumen 2 – Septiembre 1, 2005
"Practicando el deporte nacional"
Por HOMO RODANS

Las historias decadentes siempre empiezan un sábado por la mañana. O por lo menos siempre me ha gustado pensarlo así. Vivo en un país donde de cualquier forma siempre hay un evento absurdo, un auto con rines giratorios y una bolsa llena de artefactos parapléjicos. El deporte nacional es ir de "shopping". Castigar a la tarjeta bancaria hasta que sangre, exprimirle hasta los números rojos y acabarse los chorros de tinta en firmas de autorización. Un sábado por la mañana, decidí también ser deportista.

Debo aclarar que era ya casi el mediodía. Técnicamente mi aseveración sobre "un sábado por la mañana" sigue siendo cierta. No lo es tanto para las hordas hambrientas de consumidores que llevan ya cerca de una hora adquiriendo mercancía tras mercancía. Mi primer acto al llegar al "mall" es dirigirme a la óptica más cercana y solicitar que aprieten el tornillo de mi lente izquierdo. El amable empleado me sugiere precaución. Apretar demasiado puede romper el lente. No apretarlo, para mi, significa una semana más de lucha gravitatoria. Tomo el riesgo y bajo la mirada precautoria del intento de Brad Pitt con pupilentes, mis ojos falsos son llevados al hospital. Voy a necesitarlos más falsos que nunca para caminar por un mall lleno de ofertas.

El arregle es gratis. Salgo contento. Y me desplazo hacia la izquierda sonriendo. Y es ahí donde hago contacto visual con una de estas chicas cuasi-supermodelos que esta fregando un piso de mármol en una tienda de ropa casual. Me devuelve la sonrisa y pienso para mis adentros: "No significa nada, aquí todo mundo te devuelve una sonrisa para dar a entender que no hacen daño, que no quieren problemas" Y recuerdo también las palabras de mi amigo brasileño profesor de Intercambio Cultural: "Si te devuelven la sonrisa una segunda vez, es que le interesaste a la persona en cuestión". Me asalta la duda y volteo de nuevo. No hay cruce de miradas nuevamente. Ella ha regresado nuevamente la vista fija al suelo chicloso y percudido.

Camino hacia mi objetivo primario, una tienda de regalos de Disney. El por qué tenía que entrar ahí es un asunto aparte, fuera del dominio de las "y's" y las "z´s". Pero no sólo estuve ahí, sino que salí con dos bolsas repletas de mercancía. Y ahora si, con cargamento en mano, me sentí al fin uno más del grupo. Un consumidor en potencia y realidad, activando un sector minúsculo de la economía de las barras y las estrellas, pero que, visto desde el punto de vista de el efecto mariposa, seguramente le está asignando menos de un dólar para vivir al día, a una familia en Surinam.

Perfumes, cremas, deportes, ropa, más ropa. Pelucas postizas estilo oriental. Hay de todo y de todo se compra. Hasta esos muñecos cabezones con resorte con efigies de figuras de las grandes ligas del baseball. Soy tentado por una camisa, unos chocolates y una máscara antigases. Todos ellos gragrofes. Todos ellos una muestra de que la materia no se crea ni se destruye, solamente se transforma.

Para todo deporte sano hay un alimento sano. Para este hay un área de fast food. Y después de reconocer que el día es tan hermosamente gris y lluvioso como para comerse una hamburguesa, me decido por un bufette de comida china (o lo que aquí se entiende por comida china, ya que seguramente le ocurrirá el mismo fenómeno que a la comida mexicana). Disfruto del arroz, de la sopa de tallarín y del pollo con verduras cocidas. Mientras estoy sentado, engullendo, veo pasar a una de esas parejas de señores de avanzada edad que pesaran entre los dos fácilmente unos 300 kilos (sin contar las 6 o 7 bolsas que lleva cada uno en la mano). ¡Ese es el tipo de atleta al que deberían erigirle un monumento al centro de la plaza! ¡Y no ese par de bolas de mármol que giran solo porque el agua las mueve con su inevitable flujo! (¿o será acaso una parábola?). Pierdo el apetito. Y justo en ese momento, el empleado de la óptica, ese mismo Santo Civil que reparó mis lentes, se acerca presuroso a comprar un paquete chico de General Tso's Chicken. Sale igualmente presuroso.

He terminado mi sesión de compras y tan sólo me tomó dos horas. Veo a gente que sigue y sigue dando vueltas entusiasmada. Parecen tener toda la intención de quedarse por ahí el resto de la tarde. Tal vez incluso la noche. Mientras haya oferta siempre habrá demanda. ¿O al revés?. ¡Que más da!. ¿A quien le importa ya que fue primero, si la gallina o el huevo, mientras haya siempre pollo empaquetado y omelette en los desayunos?

Al salir, por la misma puerta por la que entré, veo de nuevo, de reojo, a la muchacha aquella, Cenicienta post-moderna, pero esta vez ya no esta fregando el piso, es ahora la guardiana del dinero tras la caja registradora. Me distrae un niño que se atraviesa corriendo enfrente de mí. Después de sostenerlo y evitar que caiga, pierdo la concentración y salgo hacia el estacionamiento, en un perfecto día nublado. Nunca me doy cuenta que he recibido la segunda sonrisa.

HR

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Nota de Saúl Duke, editor de "En Busca de RE:": Disculpas totales y públicas a HR por la tardanza. Le debemos el crédito total a él por iniciar todo este rollo de los relatos para la generación pastilla con sus escritos introspectivos.

Si quieren saber más de Homo Rodans y sus compañeros de fechorías, visiten www.laluzdesantelmo.com, donde conocerán un grupo totalmente normal y raro a la vez...pero vaya, luego les platicaré más de ellos.

Queda de ustedes.
Saúl Duke.
Editor en jefe
En Busca de RE

Relatos para la generación pastilla...explicación...

Lo que a continuación pongo es uno de varios pequeños (ja, simón) relatos que he estado haciendo. Ando totalmente bloqueado para terminar mi segundo libro. No, perdón, no es bloqueo lo que tengo. Mi problema realmente es que tengo miedo de lo que he escrito últimamente para el segundo libro. Miedo de todo lo que representa. Miedo de aceptar que puedo plasmarlo en papel (o en la pantalla de una computadora).

Demasiadas cosas en mi cabeza. Demasiados sentimientos encontrados en mi corazón. La cura fue hacer los pequeños cuentillos de "Relatos para la generación pastilla" y sacar de mi sistema algunas cosas...

Algunas personas ya me han dado sus opiniones. "Algunas" refiriéndose a "pocas", pero bueno, se tomaron la molestia de compartir su opinión, aunque sea corta o breve, pero es una opinión y se siente bien que al menos algo que haces (o escribes) sea leído por algunas personas...

Bueno...a continuación, los relatos %)

--Sam... .-"-.