Monday, October 15, 2007

Tiempo y Marea (prologo)

Prólogo

¡Cómo cambia la vida en tan poco tiempo!
El tiempo, ah, condenado amigo que te sigue a todas partes y que
tarde o temprano te matará.
Recuerdo haber leído hace ya tantos años una frase. No soy afecto a
las frases y pienso que toda persona que las cita interminablemente es
por hacerse la interesante. Superfluosidades. Efemérides verbales que
son demasiado pegajosas como para realmente tener consecuencia y lo
suficientemente vanas para ser digeribles hasta por el más insensato.
Pero esta frase, en estos momentos con el cielo gris y esta lluvia
tan ligera que parece rocío matutino, vaya, esta frase jamás fue tan
útil y tan cierta.
"Tiempo y marea no esperan a ninguna persona".
Los últimos meses han sido locura. Parecía que todo había sido un
problema con el edificio.
"Daño estructural por el temblor del 85", dijo el ingeniero civil que
dio su dictamen en la corte.
¡Carape! Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora. Pero los últimos
días me han demostrado que no se debe jugar con el tiempo.
La revista de "En Busca de RE:" ha terminado. A unos días de su
quinto aniversario, todo terminó. Quizás ya era tiempo. Al final sólo
estábamos Ahome, Homo Rodans, Sam y yo. No sabía entonces que había
sido de los demás y ahora quisiera no saberlo. Ni siquiera sé si mis
colaboradores más cercanos sigan vivos. No los he visto desde que ése
día fatídico. La falta de correos me hace esperar lo peor.
Enderezo el coche sobre la carretera. La manera de manejar de este
país es un tanto especial y si no me concentro, no sé que pasará. Hace
unos días todo parecía tan fácil, la solución era sencilla.
La escopeta seguía envuelta en la capa de gamuza. Su dueño no la necesitará.
Manejar en un día así, en el que el clima hace lo que quiere, te pone
en perspectiva. Somos víctimas del capricho de fuerzas ajenas a
nosotros. Siempre peones, nunca reyes.
Somos la basura flotando en la marea. Somos el retrato de Dorian
Gray, afeándonos con el tiempo.
Concéntrate, Saúl, concéntrate. Debes estar preparado para lo peor.
Esta es la salida de la carretera. De aquí al destino son 30 minutos
de bosque.
Una parte de mí quiere pensar que mis amigos y colaboradores están
bien. Que alcanzaron a huir de esta red siniestra que se tejió y
cernió sobre nosotros. Una doble trampa, desde afuera, como un cepo de
cazador y desde dentro, como un veneno fatal.
En todos mis años como editor, bromeando con mis colaboradores,
poniendo falsos obituarios, es ahora tan oscuro pensar que varios de
esos obituarios ahora serán reales.
Ya estoy llegando. Tres meses de perseguir al culpable de esto han
llegado a su fin. La lluvia despeja un poco y se vuelve otra vez la
brisa con viento que me ha perseguido desde que salí del puerto.
Abandoné el coche en la parte de la carretera bajo el cerro que ya ha
sido destruida por el paso del tiempo. Erosionada por el tiempo. Capas
de pavimento demuestran la ingenuidad (o inocencia) del hombre,
pensando que con múltiples capas de asfalto y grava, esta carretera
soportaría la fuerza de la naturaleza. Pero no.
Tiempo y marea. Ese par infernal, haciendo mella en mi cabeza.
Tomo la escopeta y la mochila de lona. Dejo un sobre en el asiento
de pasajeros, con la dirección del papá de Beto. Aunque revisen el
interior, no encontrarán mucho, sólo una hoja huérfana con las
palabras que Beto jamás quiso volver a ver.
Subo por la montaña o cerro, como quiera que se llame este accidente
de la naturaleza, la lluvia empieza a arreciar un poco y pequeños
arroyos se van crean por las laderas.
En la cima, veo una figura. Es él. No sé como lo sabe todo antes de
que pase, pero siempre parece estar un paso delante de nosotros.
¿Cuál fue el nombre que Parapas le puso? ¿Némesis?
Noto que me esta viendo desde la cima, pero no se mueve. El viento y
la lluvia parecen no afectarle, aunque este precariamente parado en un
risco en la cima. Me sigue esperando.
Pienso por un momento que es una estatua, pero no, los tenues
movimientos de la respiración lo delatan.
Termino de subir y mientras mi cuerpo sigue creando dolores, espasmos
y ácido láctico, sé que mañana no dolerán.
Porque sé que hoy acaba todo.
Me paro a unos metros de él, levanto la bolsa de lona, ahogada ya en
agua de lluvia, con una mano, mientras apunto la escopeta hacia la
bolsa con la otra.
"Dame una sola razón" digo casi entre dientes.
Él sólo se voltea sonriendo.
"¿Te dieron mi nombre ya?"
"Adversario. Parapas te llamó Adversario".
"¿Parapas?"
"Era abogado para "En busca de RE. La revista que tú destruiste".
Mi reclamo fue respondido con una risa fugaz y luego un resoplido.
"Cuéntame" dijo mientras volteaba, dando la espalda al precipicio,
"cuéntame cómo destruí la revista y a sus colaboradores. Cada vez se
pone disfruto más la historia".
Noté a lo lejos otro coche deteniéndose tras el mío. Dos personas
bajaron, pero no pudo identificarlos.
"¿Y bien? Estoy esperando".
La lluvia arreció. Pensé los nombres de toda la gente que colaboró
para "En busca de RE". Ahome en el cielo. Las Venusinas. Homo Rodans.
Alexander Von Milhouse. Manolo Vaza. Beto. Sam. Rafa. Ro. Anónimo
Vespucio. Parapas Napalas. La Inquisición española. Danny Denny.
Rafael Lucas. Nitrito Balbuena Secante. Nadia. Montse Erga. Algunos muertos, otros desaparecidos. Al final, estoy sólo y frente a la persona que destruyó la revista que edité.
"¿Quién causó esto?"
Dejé de apuntar la bolsa y ahora le apunté a él. Pensé en jalar el
gatillo, pero esperé algo, un discurso, una explicación, lo que sea.
Nada.
La lluvia pasó otra vez a brisa, y a lo lejos, escuché el tañer de una
campana de iglesia, acompañada del ruido de las olas rompiendo contra
un risco.

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